jueves, 27 de febrero de 2014

Deconstruyendo el género desde la moda



Ayer me estrené en VICE con un texto sobre el consumo de testosterona en la comunidad trans y hoy he amanecido cantando "So come on in an'play me, Le Jazz Hot baby"

Vaya por delante que Victor/Victoria es una de mis películas favoritas desde la infancia. Que aunque no tenga mucho que ver con la testosterona sí que tiene que ver con la masculinidad y con lo que la sociedad considera un comportamiento masculino aceptable. Y que posiblemente lo poco o mucho de queer en mi deba agradecérselo a mujeres como Coco Chanel, July Andrews, Marlene Dietrich, Katharine Hepburn y tantas otras que empezaron a cuestionar el género vistiendo de una manera inesperada. Deconstruir el género desde la moda puede parecer una banalidad, pero aquí estoy, recordando hoy a mis 31años una película que desenmascara la cruda realidad de la pobreza y cuestiona las normas de género, que vi por primera vez cuando era niña y estaba muy a favor del rosa y del charol en general, y que hoy me sigue pareciendo un clásico en toda regla. 

El personaje que interpreta July Andrews no se siente hombre, no tiene un problema de reconocimiento identitario: Victoria pasa a ser Victor por una cuestión de hambre y de supervivencia, pero lo interesante en este caso no son los motivos, sino el resultado y la metodología. Lo interesante de todas estas mujeres que han cuestionado el género desde la moda es su innegable aportación a la posibilidad de fluctuar entre los géneros desde la construcción de nuevas identidades que dejan de entenderse como algo terminado, cerrado, inmóvil, y pasan a ser un elemento de juego y de reinvención de nuestro lugar en el espacio público. 



Si antes podíamos identificarnos como hombres o como mujeres, ahora gracias a Facebook, que ha anunciado cambios en las opciones de género de nuestro perfil, tendremos más de cincuenta opciones para todo el asunto. El género desde todas las perspectivas posibles.

El gesto de Facebook Diversity ha hecho un gran favor al colectivo LGTB y a aquellos que llevan tiempo haciendo terrorismo de género, como el colectivo queer. De la noche a la mañana la cuestión de las identidades se ha convertido potencialmente en tendencia. Los medios, incluso los serios pero políticamente correctos, se esmeran en explicarnos que la identidad de género y la identidad sexual son cosas diferentes, y que no tienen nada que ver con el sexo biológico. Mientras todo esto ocurre, el trato a las personas trans a nivel médico y a nivel social todavía no ha llegado al s.XXI.





Hoy el protocolo médico oficial es un largo camino en tres fases: psiquiatría, endocrinología y cirugía. Psiquiatría te evalúa en función del Test de la vida real, que analiza tus comportamientos de género en base a respuestas de verdadero o falso frente a afirmaciones tipo “Me gustaría ser piloto en competiciones automovilísticas”. Si dudas entienden que no eres suficientemente hombre, ni suficientemente mujer, ni todo lo contrario. Y vuelves a la casilla de salida.

Si miramos un poco atrás nos damos cuenta de que no es ninguna novedad. Hasta 1990 la OMS consideró la homosexualidad como una enfermedad. En el DSM (La Biblia americana de los trastornos psiquiátricos) se hicieron algunos cambios en los 70, pero más que cambios fueron parches. Se mantuvo la descripción de la patología y se le cambió el nombre. De homosexualidad pasamos a transexualidad. Y así sigue. 





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