jueves, 2 de enero de 2014

Postfotografía y paisajes sonoros

@Tomeu Coll



A principios de octubre de 2012 a Joan Fonctuberta, comisario de la exposición From Here On y autor de varios libros de ensayo sobre fotografía contemporánea, le llamó la atención la noticia publicada en el diario La Vanguardia que informaba del descubrimiento de un fósil en el que se hallaba congelado en el ámbar el ataque de una araña a una avispa, una acción que ocurrió en el Valle de Hukawng de Myanmar en el Cretácico Temprano entre 97-110 millones de años atrás. Fontcuberta, entusiasmado por el instante decisivo capturado en el fósil, considera la placa de ámbar una evidencia de la protofotografía. Se trata, en efecto, de la instantánea más antigua jamás conservada.

“Cuando hablamos ahora de postfotografía” explica Fonctuberta “ más allá de referirnos a la tecnología y a la importancia que tiene en las maneras de trastocar la naturaleza de la imagen, nos debemos referir a nuestra consciencia, a nuestra relación con la imagen, a qué consideramos que son las cosas. En el fondo, protofotografía y postfotografía no son más que ingenios de nuestra manera de entender la imagen y de relacionarnos”[1].

Las últimas cifras[2] nos dicen que cada día únicamente en facebook se suben 500.000 millones de imágenes, pero nos encontramos con otras posibles reflexiones. Hasta ahora las imágenes habían sido consideradas representaciones del mundo, Joaquim Smith - tal y como apunta Fonctuberta en su conferencia La furia de las imágenes -, anuncia que ya no son sólo representaciones del mundo sino que han pasado a formar parte del mundo. Son elementos que están entre nosotros y que por tanto adquieren una dimensión física y un cambio en nuestra relación. Pero en tanto que representaciones del mundo, Fontcuberta recupera la ficción de Borges que explicaba la historia de un imperio en el que el arte de los cartógrafos llegó a ser tan excelente que fueron capaces de llegar a dibujar un mapa que coincidía con la superficie del territorio. Desde esta paradoja hipotética y utópica, podemos afirmar, según Fontcuberta, que las imágenes, no sólo coinciden con el territorio del mundo sinó que lo exceden. “Ya no hay voluntad de documentar, en cambio si que hay una voluntad de inscribirse a si mismos en el evento. Pasamos del documento a la marca biográfica”[3]

En marzo de 2013 Roma vivió una convulsión de móviles e Internet se saturó de imágenes, una cantidad titánica de cámaras de teléfonos móviles dirigían sus miradas hacia una chimenea a la espera de conocer el nombre del nuevo Papa. Pocos días después de que finalmente Jorge Mario Bergoglio se dirigiera a los creyentes como nueva autoridad en la Santa Sede, circuló por Internet una composición de imágenes realmente sorprendente. La composición mostraba la misma plaza durante el mismo evento: la primera aparición pública del nuevo Papa en 2005 con Joseph Alois Ratzinger y, nueve años después, en 2013 con Jorge Mario Bergoglio. En la instantánea de 2013 una manta de manos alzadas con sus dispositivos móviles de pantallas brillantes es imposible de obviar, tan imposible de obviar como los millones de fotos que se compartieron en Internet de la misma situación. “Por tanto toda la teoría del instante decisivo, del instante solemne, se modifica, se balancea[4]” Según Fontcuberta ya no interesa el instante decisivo, interesa la vivencia decisiva que representa para mi el hecho de que yo era presente cuando algo importante en la historia sucedió.



Sobre la desaparición del instane decisivo



Ahora, en nuestros teléfonos inteligentes es igual de fácil tomar registro de sonido que de imagen, y sin embargo, porque el sonido es siempre una función del tiempo, la mayoría de nosotros todavía prefiere capturar fotos digitales en lugar de muestras digitales de audio, incluso en forma de video. Todavía hay una cierta formalidad documental en el hecho de salir a grabar el sonido de las voces de tus padres - una formalidad que ha desaparecido por completo en la fotografía[5]

La grabación de sonido siempre ha ido a la zaga de la grabación de las imágenes. Hay una brecha de más de 40 años entre las primeras fotografías, tomadas en 1830 y las primeras grabaciones de sonido practicas, realizadas a finales de 1870. También hay una brecha entre Asalto y robo a un tren, dirigida por Edwin S. Porter en 1903 considerara el primer film mudo narrativo, y El cantor de jazz, dirigida por Alan Crosland en 1927, la primera película hablada que consiguió tener éxito.

Para la mayoría de nosotros tal y como apunta Klinkerbog en su artículo So many snapshots, so few voices saved , la brecha que realmente importa es la que existe entre la primera cámara de consumo, la Kodak Brownie Reflex, que se introdujo en 1900, y el equivalente en audio de la Brownie, la cinta de casete grabable, en la década de 1960.

Si miramos atrás hasta principios del siglo XX, la maraña de voces grabadas (casi ninguna perteneciente a gente común) se hace cada vez más delgada. En el s.XIX encontramos registro de las voces de gente como Florence Nightingale y Alfred Lord Tennyson, como William Gladstone o P.T Barnum. Aun más atrás, en el año 1877, Edison inventó el fonógrafo de cilindro, y antes de eso, hay silencio, exceptuando algunos sonidos callejeros capturados desde fonoautogramas realizados en 1850 pero escuchados por primera vez hace unos pocos años.[6]

Escribe Klinkenborg: “En ese silencio, hay sólo descripciones de voces. Se decía de Lincoln que era todo un tenor, con una voz capaz de expresar un fervor que jamás hemos visto en ninguna de sus fotografías. De la voz de Dickens aprendimos lo móvil que era - como el resto de él - y la facilidad con que capturó el espíritu de sus personajes. Wordsworth hablaba con "una voz profunda y áspera, pero no desagradable" dijo su contemporáneo Leigh Hunt”. Lo que se oye en tales descripciones es la impresión creada por estas voces en los que las oyeron, pero no hay nada de la vocalización física de estas voces. Es como si la voz fuera una especie de postura psicológica, no una cuestión de timbre, de tono y de resonancia.

"Podríamos sobrecogernos al escuchar esas voces, pero seguramente las grabaciones no serían más que meros artefactos, abrumados por la leyenda, las obras y las palabras. Los personajes seguirían siendo extraños" escribe Klinkenberg, y añade "No habría nada como escuchar de nuevo una voz que ha desaparecido de tu propia vida, una voz que recupera memoria, y emoción y pérdida en su misma." Y termina con una recomendación "Si bien la captura del sonido es ahora tan fácil, asegúrate de grabar las voces que querrás volver a escuchar. Sólo el sonido, algún día lo dirá todo." [7]





[1] Joan Fontcuberta, La fúria de les imatges, conferencia a proposito de la inauguración de la exposición From Here On en el Arts Santa Mònica, Barcelona 26/2/2013 < https://soundcloud.com/marta-delatte>
[2] Ibíd
[3] Ibíd
[4] Ibíd
[5] Verlyn Klinkenborg, So many Snapshots, So Few Voices Saved, publicado en el New York Times el 29 de diciembre de 2012. Fecha de consulta 1/1/2013
[6] “The 10-second recording of a singer crooning the folk song “Au Clair de la Lune” was discovered earlier this month in an archive in Paris by a group of American audio historians. It was made, the researchers say, on April 9, 1860, on a phonautograph, a machine designed to record sounds visually, not to play them back”, Jody Rosen, Researchers Play Tune Recorded Before Edison. New York Times.27 marzo de 2008.  < http://nyti.ms/wx1dJR>
[7] Ibíd

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